¿Casualidad o destino?

Tras una intensa jornada laboral, Toni sólo pensaba en darse un baño para “diluir” los problemas del trabajo. Los días de lluvia el tráfico se multiplicaba por dos y resultaba un infierno moverse dentro de la ciudad. Necesitaba relajarse y descansar. Se notaba agotado. Llenó la bañera con agua muy caliente, se desnudó y se metió dentro.

Se estiró todo lo que la bañera daba de sí, apoyó la cabeza en un extremo y cerró los ojos. El contacto de su piel con el agua caliente le proporcionaba una sensación de paz y tranquilidad que había anhelado durante toda la jornada. En el baño tenían un equipo de música que podía controlarse con la voz. Fue un capricho de Herlinda, su mujer, cuando hicieron reformas en la casa y, aunque al principio pensó que era una frivolidad total, resultó ser una frivolidad útil. Y aún más cuando, desde las obras, por la salida del conducto de la calefacción, las conversaciones del salón eran audibles casi perfectamente desde el baño. Era un defecto que había descubierto por pura casualidad. La semana entrante vendría un operario para solucionarlo.

Cuando se disponía a escucha la banda sonora de Amélie, una frase le hizo detenerse. Her, como la llamaba cariñosamente, estaba en el salón hablando con Susana, una de sus amigas más íntimas.

  • No quiero que te formes una opinión equivocada, yo quiero muchísimo a Toni, pero hay ocasiones en que él no puede darme lo que necesito y, entonces, lo busco en desconocidos.

Oír la frase le cortó la respiración. Se quedó paralizado escuchando para no perderse ni una sola palabra de la conversación. En estos instantes era la viva imagen de la pena. Su rostro parecía, literalmente, desmoronarse por momentos.

  • ¡¿Desconocidos?! –exclamó en un tono más elevado Susana.
  • Sí, en plural. No se puede repetir, acabaría destruyendo nuestra relación…
  • ¿Cuántos ha habido?
  • Cuatro desde que me pasó la primera vez, hace año y medio más o menos.

Toni notó un fuerte pinchazo en el corazón que le provocó un inmenso dolor. A medida que escuchaba el dolor iba en aumento.

  • ¿Cómo empezó?
  • Fue sin querer, en una cena de navidad con los del trabajo. Toni y yo pasábamos un momento muy complicado, y hacía meses que casi no follábamos. Bebí un poco más de la cuenta, me entró un tío que había en el bar donde fuimos a tomar copas, era guapo y simpático, y sucedió. Lo hicimos en plan salvaje en el baño…
  • ¡Como cuando teníamos veinte años! Seguro que te sentó de maravilla y te hizo rejuvenecer.
  • He de reconocer que sí, aunque al día siguiente me sentí muy culpable, y estuve a punto de contárselo a Toni… pero finalmente decidí no hacerlo. Por mucho que le hubiera dicho que no había representado absolutamente nada para mí, y que ni siquiera sabía quién era ni como se llamaba, no lo hubiera entendido y le habría acabado perdiendo. No podía soportar la idea… le quiero muchísimo.

Her vio escepticismo en el rostro de su amiga, e hizo una pausa como si estuviera escogiendo concienzudamente las palabras que debía de pronunciar a continuación.

  • A partir de ese día me di cuenta que, sin proponérmelo, me volcaba más en nuestra relación y las cosas entre los dos mejoraban. Yo le daba más y recibía más de él, y eso me llevó a pensar que, quizás, ese momento de placer desenfrenado había servido para fortalecer nuestra relación.
  • ¿Me estás diciendo que te dedicas a buscar esos momentos de sexo loco para fortalecer tu relación con Toni?
  • Dicho así suena bastante mal, pero algo de eso hay… No es que vaya por ahí buscando hombres, ni mucho menos. Pero hay veces en que siento la necesidad de hacer locuras con un desconocido, como si se tratara de una fantasía que se hace realidad. El sentimiento de culpa, que siempre aparece, provoca que me dedique a cuidar a Toni con más ahínco, con más ganas, con más amor… No se me pasa por la cabeza la posibilidad de perderle.

Toni no daba crédito a lo que estaba oyendo. Miraba nerviosamente a un lado y a otro buscando algo que le indicara que eso no estaba sucediendo de verdad, que todo era un sueño o una ilusión. Se sentía traicionado, completamente estúpido, ridículo, insignificante… Su corazón había reventado saltando en mil pedazos. Su alma estaba hecha añicos. Su capacidad de reacción en esos momentos era nula.

  • ¿No es un contrasentido?
  • No, no lo es. Estoy mejor con Toni y he dejado de pedirle cosas que la mayoría de las veces hacían que me reprimiera.
  • ¿Sexo?
  • Sí. Él no se siente presionado y yo no me frustro. La tensión entre ambos prácticamente ha desaparecido. Hubo una época en que era una constante. Es mucho mejor hacerlo estando los dos relajados.
  • Entonces, ¿folláis?
  • ¡Pues claro! ¿Qué pensabas? Pero no necesito fuegos artificiales cada vez… si sale bien perfecto, y si no va tan bien no pasa nada… no tengo ninguna urgencia –comentó Her entre risas.

Susana se imaginó que Toni dejaba mucho que desear como amante. Y si te acostumbras al caviar luego las lentejas dejan de gustarte.

  • Esto puede ser un hábito peligroso, puede hacer que tus prioridades varíen…
  • Cierto, -intervino Her- y por este motivo me he impuesto unas normas. Nunca repetir un hombre; no darles ni pedir teléfonos; no preguntar cómo se llaman y, si me preguntan, dar un nombre falso; nada de personas relacionadas con nuestro círculo de amistades o con el trabajo; no volvernos a ver más…

Escuchaba con los ojos vidriosos y la cara desencajada. Se sentía engañado, estafado, pero sobre todo humillado… Oír hablar a Her así de su relación le resultaba muy denigrante. No podría volver a mirarla a los ojos, no podría volver a confiar en ella, ya no podría amarla con toda su alma… porque su alma hacía unos segundos que había muerto.

  • Pareces tenerlo todo muy estudiado…
  • Aun así, ayer surgió un problema.
  • ¿Qué problema?
  • Fuimos con Toni a la inauguración de una exposición de pintura de la mujer de uno de sus socios, y me encontré con el chico que me follé la semana pasada.
  • ¡Ostras! ¿Y qué sucedió?
  • Por suerte en ese momento estaba sola, Toni estaba hablando con un cliente que también había asistido al evento. Cuando vi cómo me miraba, comprendí que tenía que ser tajante. Es un chico joven de cabello rubio y ojos claros, muy apuesto y con un cuerpo de infarto que en tres horas me subió al cielo más veces que Toni en todos los años que llevamos juntos… ¡vamos, de los que te crean adicción en la cama! –exclamó divertidamente.

Toni se sentía morir. Se sentía fracasado como hombre y como pareja. ¡Cuán equivocado estaba respecto de su relación! ¿Cómo no había sospechado nada? Año y medio… cuatro hombres… y él creyendo que todo iba razonablemente bien… Se sentía derrotado, vencido, sin capacidad para levantarse de nuevo. Cuanto más oía más le costaba respirar.

  • ¡Exagerada! Seguro que no es para tanto.
  • Quizás exagere un poco, vale, pero follaba de muerte… El caso es que me dijo que él también se lo había pasado muy bien, y quería repetir.
  • ¿Y qué le dijiste?
  • La verdad. Le dije que estaba muy enamorada de mi marido y que con él sólo había tenido unas horas de sexo, nada más. Que había estado fenomenal pero que no representaba nada para mí, y que, como ya le había dicho, no podíamos volver a vernos. Encontrarnos allí había sido una jugarreta del destino.

Esas palabras deberían haber calmado la ansiedad que Toni sentía, pero no fue así. Toni se había desmoronado y nada ni nadie podía remediarlo.

  • ¿Y cómo reaccionó?
  • Me dijo que era una lástima, porque había sido la primera vez que había follado con alguien mayor que él, y la experiencia la calificaba de épica –contestó sin poder ocultar un rictus de orgullo en su rostro-. Intentó darme su teléfono para que la llamara si cambiaba de idea, pero le dije que no lo quería. Insistió y se puso tan pesado que al final lo anoté, aunque esa misma noche lo borré. Lo único que me preocupa es que no sé la relación que tiene con la pintora y si podría llegar hasta Toni…

En aquellos momentos Toni ya no oía. Su mundo se había desvanecido por completo y su corazón había estallado rompiéndose en mil pedazos. Sabía que nunca podría volver a juntarlos. Se agrietaba por dentro y era incapaz de frenar la sensación de inmenso dolor que acompañaba a cada nueva grieta, a cada nueva frase. Sólo pensaba en la muerte… la muerte del cuerpo, porque, emocionalmente, ya era un cadáver.

No lograba entender cómo la persona a quién más amaba, la persona por quién lo hubiera dado todo, le había traicionado de esa manera. La semana pasada, tan sólo unos pocos días atrás, había estado con ese apuesto follador que la había subido al cielo tantas veces… su hombría se sentía herida, y sabía que esa sensación ya no podría desaparecer jamás. ¿Cómo se había equivocado tanto? ¿Y ahora qué? No podía seguir con la misma vida que tenía, no podía fingir que no lo sabía, no era capaz… todo se había ido a la mierda. Necesitaba respirar, irse, airearse, correr, huir, escapar… quería desaparecer.

Salió de la bañera. Se secó. Se puso unos vaqueros y un jersey. Hizo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban y gritó en voz alta desde el pasillo.

  • Me voy corriendo a paddle, que han tenido una baja de última hora y me han llamado. Cenaré fuera amor.

Intentó que su voz sonara normal. La última palabra fue una daga que le desgarró definitivamente el corazón. Después de pronunciarla rompió a llorar. No fue capaz de entrar en el salón y mirarla. Ya en la calle respiró hondo un par de veces para limpiar el aire de sus pulmones. Subió al coche y se fue. No paraba de llorar. Estuvo conduciendo un par de horas hasta que se dio cuenta que no sabía dónde se encontraba. Había ido sin rumbo fijo siguiendo mecánicamente los movimientos del coche que tenía delante. Si giraba él giraba, si seguía recto él seguía recto.

Había salido de la ciudad y se encontraba en una carretera de curvas que serpenteaba junto al mar. Highway to hell sonaba a todo volumen en la radio. Sin premeditación alguna, cada vez conducía más rápido, y más, y más… hasta que, de repente, en una curva decidió liberarse de sus fantasmas y, deliberadamente, siguió en línea recta. Se despeñó por el acantilado, chocando contra unas rocas para, finalmente, ir a parar al mar. Quedó inconsciente. El coche se hundió en cuestión de minutos.

En día del entierro, su viuda lloraba desconsoladamente. Nadie entendía qué o quién había llevado a Toni hasta esa carretera y, mucho menos, por qué no tomó la curva, tal como les había relatado un testigo ocular del accidente. Se inclinaban por pensar que sufrió algún tipo de desmayo que le hizo perder el conocimiento, y por ese motivo se precipitó por el acantilado. Asimismo, surgieron algunos rumores acerca de supuestas relaciones con una compañera de trabajo que vivía cerca de la zona del accidente. ¿Qué otra explicación podía tener su presencia en esa carretera? “Pobre Her”, comentaba una de sus amigas, “que haya de enterarse de esta manera de que su marido la engañaba…”.

El dolor que Herlinda sentía le desagarraba las entrañas. Se sentía huérfana, como si le hubieran amputado una parte de su ser, desvalida y desprovista de apoyo, perdida… Sus amigos la consolaban e intentaban arroparla. Susana la miraba sin pronunciar palabra. Por una parte, sentía pena y dolor al ver a su amiga de esa manera después de haber perdido a su pareja. Por otra, no alcanzaba a entender lo que Her había sentido por Toni. Estaba confusa. Finalmente optó por quererla sin intentar entender, optó por sentir y no juzgar. Abrazó a su amiga y le empezó a susurrarle palabras de consuelo al oído.

A esa misma hora, a pocos quilómetros de distancia del cementerio y totalmente ajeno a lo que sucedía en él, un joven rubio de ojos claros, apuesto y notablemente fornido bebía un whisky tras otro en la barra de un pequeño bar. Iba allí cuando se sentía mal. Entonces huía de los sitios de moda y los bares elegantes. Quería que el alcohol le ayudara a olvidar, le ayudara a sentirse menos objeto. Sabía que no podía culpar a nadie por cómo se sentía. Era un juego al que había jugado mil veces. A él le resultaba fácil que las mujeres se le acercaran… Pero cuando la semana pasada se le acercó Eva, algo le dijo que con ella sería distinto. Quizás por el simple hecho de ser mayor que él. Eva cogió la iniciativa y él se dejó llevar. Una situación nueva para él a la que rápidamente se adaptó… y que le encantó. Fueron tres horas de sexo pasional, intenso, totalmente animal… A pesar de que insistió hasta la saciedad, no consiguió que ella le diera su teléfono. Reconocía que le había jodido…

Pero hace unos días, cuando acudió a la exposición pictórica de su prima, se topó con ella. Nada más verla, su cuerpo reaccionó al fuerte deseo sexual que sintió, y rápidamente fue a hablar con ella. Pero Eva no le dio opción. “Había sido una noche de sexo y punto”, fueron sus palabras. Quería a su marido y él le había venido muy bien para una noche. Eso era todo. Usar y tirar, ese era el juego. Debería aplicar la terapia un, dos, tres. Un jueves de alcohol, dos ligues distintos para viernes y sábado, y un trío el domingo. El lunes Eva sería historia…

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